Lo odiaba. Con todas sus fuerzas. Desde que sus pies habían pisado aquel suelo las cosas no habían ido más que de mal en peor. Creía que se trataría de un juego de niños... y en cierto modo lo era, porque conseguir chapas flojas era la tarea más sencilla del mundo. Sobre todo si te entregabas un poco o intentabas que los demás cayeran en tus trampas y mentiras.
Pero, esas malditas chapas no servían más que para aumentar su desesperación. Más números inútiles que sólo le permitían comprar sólidos y agua, que, por un lado era bueno, pero por otro, inútil cuando ya no sabía qué hacer con ellas.
La imagen de su hermana bombardeaba constantemente su cabeza mientras bajaba las escaleras hacia el bar.
- Yukari...
Quería verla. Deseaba hacerlo. Al menos para decirle que estaba bien y que pronto volvería a casa, aunque eso no fuese real.
Entró en el local y se sentó en la barra, pidiendo al mesero algo fuerte y dejando un buen puñado de chapas sobre la mesa.
Pero, esas malditas chapas no servían más que para aumentar su desesperación. Más números inútiles que sólo le permitían comprar sólidos y agua, que, por un lado era bueno, pero por otro, inútil cuando ya no sabía qué hacer con ellas.
La imagen de su hermana bombardeaba constantemente su cabeza mientras bajaba las escaleras hacia el bar.
- Yukari...
Quería verla. Deseaba hacerlo. Al menos para decirle que estaba bien y que pronto volvería a casa, aunque eso no fuese real.
Entró en el local y se sentó en la barra, pidiendo al mesero algo fuerte y dejando un buen puñado de chapas sobre la mesa.