Su vida se estaba volviendo monótona y aquel juego absurdo comenzaba a aburrirle. Sin embargo, el no estaba allí para formar parte de aquel juego, su finalidad era dar con él, aquel que una vez le hizo experimentar por primera vez lo que era el verdadero terror.
Muchas preguntas pasaban por su cabeza, pero a todas ellas, ninguna respuesta elocuente y retórica.
Aún podía recordarlo como si fuera ayer. Aquel rostro vacío y aquellos ojos recriminatorios cargados de locura ¿Qué era su existencia realmente?
Su rostro, cubierto de sangre, impasible a todo, observaba a aquel hombre arrastrándose a sus pies. Bajó su mirada, y como si ésta fueran puñales peligrosos, se clavaron en aquellas manos que con sus últimas fuerzas lo aferraban.
— Basura…— balbuceo, segundos antes de clavar su katana en la nuca de su víctima, haciéndole sonar los huesos, crujiéndose en su interior.
Su sed no tenía límites. Volteó su cuerpo, mirando sin entusiasmo siquiera, el cementerio que había dejado a su paso.